lunes, 14 de noviembre de 2011

PROPUESTAS CONCEPTUALES DEL CONCEPTO DE JUVENTUD

Este es un ejercicio de revisión de tres propuestas teórico-metodológicas para aproximarse al concepto de culturas juveniles desde una perspectiva sociocultural e interdisciplinaria dentro de las ciencias sociales. Un primer punto de encuentro remite a la construcción de andamiajes teóricos-metodológicos y no solamente a la configuración de conceptos, en ese sentido, los autores ofrecen recursos de interpretación conceptuales pero también herramientas de análisis que trascienden las abstracciones para consolidar vetas de aproximación metodológica. Las reflexiones de Reguillo, Feixa y Valenzuela en el campo de la juventud en Latinoamérica son fundacionales, sobre todo dentro del viraje epistemológico que trascendió las posiciones biologicistas y sociodemográficas para instalarse en el terreno sociocultural incorporando miradas para la comprensión y no solamente para la descripción.

Quizás, el trabajo de Reguillo se distingue por su agudeza en las reflexiones metodológicas y la observación meta-reflexiva de la producción académica sobre lo juvenil, dando cuenta de etapas de producción, perspectivas y confusiones en la geanología campal (Reguillo, 2000: 9-10). Sin embargo, las tres propuestas construyen el concepto de cultura juvenil ligado al terreno sociopolítico, pues existe una disputa por la conformación de las representaciones de lo juvenil a lo largo de la historia.

La propuesta de Rossana Reguillo expuesta en Emergencia de culturas juveniles. Estrategias del desencanto (2000) ofrece con amplitud y claridad, por una parte, el proceso de visibilización sociopolítica de la juventud, y por otra, el debilitamiento de las certezas institucionales, como el representado por el sistema educativo mexicano que no ofrece herramientas a los jóvenes para construir su futuro. Para Reguillo, este entrecruce de trayectorias alude a narrativas en conflicto donde la escuela, la familia y el Estado miran al futuro de la juventud y el mercado mira al presente, todo esto dentro de una dinámica por la disputa por lo que sí vale (Reguillo, 2000: pp. 8-9).

José Manuel Valenzuela en “Culturas identitarias juveniles” (2004) centra la construcción del concepto de cultura juvenil bajo el reconocimiento del contexto histórico y sociocultural, la clase social y las representaciones como elementos clave. La juventud no es posible entenderla ajena a los contextos histórico-socioculturales en los que ha tenido lugar pues ésta ha tenido variaciones a través del tiempo. Por su parte, la categoría de la clase social permite comprender las cuestiones estructurales que condicionan las conductas sociales en las que se gesta el sujeto joven. El carácter relacional de lo juvenil conlleva la identificación contextual de los procesos en los que se inscribe, es decir, las condiciones situacionales y sus interrelaciones con lo no juvenil, por ejemplo (Valenzuela, 2004: p. 133).

Lo referente a las representaciones enfatiza que la condición juvenil es representada (significaciones compartidas creadoras de imaginarios sociales). Existen representaciones dominantes reproducidas por los medios de comunicación (MCM) y la industria cultural, y fundamentalmente por las interacciones sociales en donde las representaciones dominantes se negocian frente a las autorepresentaciones de los grupos subalternos (Ibíd.: p. 134). Esta última idea permite comprender que la construcción de lo juvenil refiere a disputas de poder entre grupos dominantes y dominados.

Valenzuela señala que las identificaciones juveniles de las clases medias y bajas emergieron para disputar significaciones y espacios. En ese sentido resulta fundamental el concepto de acción social pues es la forma de participación en las disputas por la construcción de los sentidos colectivos y por la preservación de los campos identitarios. Sin embargo, no todas las expresiones juveniles remiten a posicionamientos políticos per se, cuando esto sucede, los fenómenos juveniles deben ser reconocidos más allá de las expresiones compartidas que surgen de las modas reproducidas por la industria cultural ya que éstas pueden devenir en movimientos si tienen lugar apropiaciones y resignificaciones de forma significativa por parte de núcleos de quienes comparten la moda. (Ibíd.: pp. 139-140).

Por su parte, Carles Feixa en El reloj de arena: culturas juveniles en México (1998) coloca especial énfasis en el concepto de estilo para la comprensión de los fenómenos juveniles. Para Feixa las culturas juveniles refieren a la manera en que “las experiencias sociales de los jóvenes son expresadas colectivamente mediante la construcción de estilos de vida distintivos, localizados fundamentalmente en el tiempo libre, o en espacios intersticiales de la vida institucional.” Para él esta noción, al igual que Valenzuela, remite a la noción de culturas subalternas en condición transitoria (Feixa, 1998: p. 60).

Feixa señala la existencia de culturas hegemónicas, la que implica la negociación y la transmisión del poder dentro de la relación de los jóvenes con grupos dominantes a través de la escuela, el sistema productivo o los MMC. Por otra parte, también existen culturas parentales, que refieren a las interrelaciones cotidianas entre miembros de identidades sociales y étnicas en una socialización primaria. Y finalmente, aparecen las culturas generacionales que representan la experiencia específica que los jóvenes adquieren en los espacios institucionales, parentales y de ocio como espacio de encuentro entre ellos (op. cit.). Estas formas de lo juvenil aluden a la disputa por el poder, y se acompañan de otros conceptos como microculturas y contracultura para explicar la adscripción a los grupos dominados y dominantes (Feixa, 1998: pp. 61-62).

A mi entender la propuesta de Feixa se destaca por la claridad de los elementos para el análisis que ofrece tomando en cuenta las condiciones sociales, entendidas como las posibilidades y limitaciones de ser joven según los referentes de clase, género, territorio, etnia y generación y las imágenes culturales a las que reconoce como el conjunto de atributos ideológicos y simbólicos que provienen de la música, la moda, el lenguaje y las prácticas culturales que los jóvenes apropian y que a su vez son representados y reproducidos por los MMC (Ibíd.: p. 62). Es aquí donde el concepto de estilo cobra centralidad, pues permite aproximarse a las manifestaciones simbólicas de las culturas juveniles que se proyectan a través de elementos materiales e inmateriales que los jóvenes consideran representativos dentro de su grupo. El estilo además organiza activamente los objetos utilizados por los jóvenes con actividades y valores que producen y organizan una identidad en grupo (Ibíd.: p. 68).[1]

La propuesta de Feixa se consolida con la metáfora del reloj de arena como una forma de representación de las culturas juveniles. Este modelo coloca en el plano superior a las culturas hegemónicas y parentales con sus respectivos espacios de expresión (escuela, trabajo, MMC, familia y vecindario, y en el plano inferior sitúa a las culturas y microculturas juveniles con sus formas y espacios de expresión: tiempo libre e interacción entre pares (iguales). En la base posiciona las condiciones sociales de generación, clase, género, etnia y territorio y en la parte central al estilo con su proceso de filtración de estos elementos mediante las técnicas de bricolaje y homología. Al final, las imágenes culturales resultantes son el lenguaje, la estética, los productos culturales, la música y las actividades focales. A manera de feedback o retroalimentación, las culturas juveniles también tienen la posibilidad de influir en las culturas hegemónicas y parentales (Ibíd.: pp. 72-73).


Comentarios finales

A mi entender las tres propuestas conceptuales ofrecen categorías analíticas potentes para la aproximación a la cultura juvenil en consideración de la disputa sociopolítica de su propia representación. Destaco el trabajo de Valenzuela en torno al anclaje estructural del concepto de lo juvenil como condicionante central en los procesos de significación y representación que entran en disputa. En cambio, de la propuesta de Feixa destaco la interrelación de los elementos clave en la definición de los estilos juveniles mediante procesos de bricolaje y homología a partir del lenguaje, la estética y los productos culturales. Por su parte, Reguillo ofrece los pormenores del proceso de visibilización política de la juventud y los contrasentidos encontrados en los entornos institucionales con que los jóvenes tienen relación. Otro elemento clave en el trabajo de Reguillo tiene que ver con el pensamiento sobre la producción académica en el campo de la juventud, con esto me refiero a la ubicación de perspectivas y escenarios estructurantes del corpus de trabajos e investigaciones. Sin embargo, según mi lectura, otro punto de consideración remite a la mirada reflexiva y los desplazamientos metodológicos en la aproximación de lo juvenil, es decir, los puentes que permiten ir y venir de los andamiajes teórico-conceptuales a los datos empíricos analizados.



[1] El bricolaje (reordenamiento de objetos y valores para comunicar un significado concreto) y la homología (simbiosis de artefactos, estilos e identidad para cada subcultura particular) son las estrategias mediante las cuales los jóvenes configuran su estilo (Feixa, 1998: p. 69).


Bibliografía

Feixa, Carles (1998), El reloj de arena: culturas juveniles en México, México, D.F.: SEP.

Reguillo, Rossana (2000), Emergencia de culturas juveniles. Estrategias del desencanto, Buenos Aires: Norma.

Valenzuela, José Manuel (2004), "Culturas identitarias juveniles", en Rossana Reguillo (coord.), Tiempo de híbridos, México, D.F.: |SEP/IMJ, pp. 133-142.

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